FALSA DENUNCIA DE ABUSO: ME ROBARON 11 AÑOS DE MI VIDA, HASTA EL DíA DE HOY SIGO SIN VER A MIS HIJOS.

El calvario judicial de un padre acusado falsamente de abuso.

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Alejandro Quinteros fue denunciado en 2014 por su ex pareja por un delito que nunca cometió: abuso sexual agravado contra su hijo menor. Durante casi una década vivió un infierno judicial, emocional y familiar. Su historia interpela al sistema penal, a la Justicia y a la sociedad.

En abril de 2014, Alejandro se separó de su esposa. Lo que parecía el fin de una relación con conflictos normales, se transformó pocos meses después en un calvario. “En julio empezó mi infierno”, recuerda con voz apagada. Su ex pareja lo denunció por abuso sexual contra uno de sus hijos, de tan solo siete años. También tenía un hijo de once. Esa falsa denuncia lo arrancó de su rol paterno, lo aisló de su familia y lo llevó a pasar nueve años en una odisea judicial.

“No entendía nada. Me desperté un día con una denuncia y el mundo se me cayó abajo”, relató Alejandro. La acusación incluyó una restricción de acercamiento, la pérdida del vínculo con sus hijos, un proceso penal y el deterioro absoluto de su salud física y emocional, la situación comenta Alejandro que le produce una fuerte depresión, pensamientos oscuros, pensamientos suicidas, a tal punto que necesito ayuda de profesionales de la salud mental. “Dejé de vivir para empezar a sobrevivir”, resumió.

Ultima foto con sus hijos - Julio de 2014

 

El precio de ser acusado

La causa avanzó con una liviandad judicial que espanta. “La Cámara Gesell fue clave y decía claramente que no había indicios de abuso. Pero no se valoró y la causa igual fue elevada a juicio”, señala. Incluso llegó a estar sin defensa legal por un tiempo, y fue representado por la Defensoría Oficial, que le ofreció un juicio abreviado con una condena excarcelable: “¡Querían que me declare culpable de algo que no hice! Fue una burla total.” 

Durante ese periodo, perdió toda posibilidad de contacto con sus hijos. “Me temblaba el cuerpo cada vez que recibía una notificación. Tenía miedo de salir a la calle. Me estaba muriendo por dentro.”

 

La verdad tarda, pero llegó (El Juicio)

Finalmente, con el patrocinio de nuevos abogados, logró que su caso llegue a juicio. Pero no fue fácil: durante años, el juicio fue suspendido, se perdieron pruebas clave como el CD de la cámara Gesell (que luego apareció misteriosamente), y se ordenaron sucesivas evaluaciones psicológicas al niño.

“Si un psicólogo decía que no había indicios de abuso, ponían otro. Buscaban a alguien que dijera lo que querían escuchar”, acusa. El proceso se extendió casi una década.

En 2023, finalmente se celebró el juicio y el veredicto fue unánime: Alejandro fue sobreseído. “Una justicia que tarda nueve años en fallar no es justicia. Me robaron mi paternidad, mi historia, mi vida. Pero lo peor fue lo que le hicieron a mis hijos.”

 

El deseo de recomenzar

Hoy, Alejandro sueña con reconstruir el vínculo con sus hijos. “Mi gran deseo es que me escuchen. Los sigo soñando con 7 y 11 años. Mi vida se detuvo ahí.”

Cuando se le pregunta si alguna vez pensó que podía ser condenado, responde con firmeza:

No, nunca dudé un segundo, muchas veces se trató de que acepte la posibilidad de que pueda pasar que esto salga en mi contra, ya que los jueces también son humanos y pueden errar. Pero nunca entró en mi cabeza que eso pudiera pasar, la denuncia era tan evidentemente falsa que no existía posibilidad de que se me condene”.

 

Falsas denuncias: la otra cara del sistema

Alejandro reflexiona sobre lo vivido:

“Esto se banaliza. Casi el 90% de las personas con las que hablé en estos años fueron víctimas de falsas denuncias. Es terrible, porque las verdaderas víctimas quedan metidas en la misma bolsa.”

También reclama una reforma profunda en la instrucción judicial:

“¿Cómo puede ser que en nueve años no pudieran resolver nada y en dos semanas un tribunal lo hizo por unanimidad?”

Hoy, Alejandro es un hombre libre, pero no ileso. Y su historia expone con crudeza cómo una falsa denuncia no solo puede llevar a prisión a un inocente, sino destruir familias, infancias y trayectorias completas.

Esta es la realidad con la que conviven muchos hombres en la Argentina  y en este caso en la Provincia de San Luis. Con una justicia que montada en una causa noble se convirtió en una maquinaria presta a ser mal usada por mujeres cuya única finalidad era vengarse de sus parejas.   

Queda claro que San Luis no estuvo exenta de la mala utilización del sistema judicial, empujado en su momento por un Poder Ejecutivo que encontró en estos movimientos feministas un populismo donde abrigar su impericia en cuestiones económicas, de seguridad, adicciones y narcotráfico entre otros desaciertos.

Algo está cambiando, un aire refrescante está irrumpiendo en la sociedad. La saturación generada en gran parte por los movimientos populistas, viene de la mano de una batalla  cultural que encuentra en la equidad uno de sus principales pilares.

Lejos va quedando aquel pensamiento de que todos los hombres son potenciales violadores, dando lugar a una nueva forma de ver esta cuestión, con un pensamiento más justo del rol del hombre dentro de la familia y  la sociedad.

Alejandro Quintero. Falsa denuncia.