JUICIO POR DIFUSIÓN DE CONTENIDO ÍNTIMO LA VÍCTIMA REVELÓ ABUSOS Y UNO DE LOS IMPUTADOS SE ESCUDÓ EN LA VIRTUALIDAD.

Mientras que Gabriela Fernández Aberastain se presentó en la sala, el imputado, Diego Oliveri, siguió la audiencia desde la virtualidad, autorizado por “dolencias”. La otra acusada, Tatiana Yaccarini acompañó con medias sonrisas desde detrás de la defensa.

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Por Astrid Moreno García Dione

“El pecado de ser la ex”, intentó sin éxito resumir el fiscal de Instrucción, Ricardo Barbeito, a la seguidilla de agresiones que perpetraron Diego Oliveri y Tatiana Yaccarini contra Gabriela Fernández Aberastain. Agresiones que, tras 17 denuncias policiales por violencia de género, derivaron en la exposición sin consentimiento de lo más íntimo y propio que tiene el ser humano: el cuerpo.

En un intento de sumarse a la descripción de la víctima, Marcos Juárez, abogado de Yaccarini, replicó que también estaba ante el estrado “el pecado de ser la actual”. Sin embargo, si la intención era exponer el calvario que denunció Fernández Aberastain, lejos están esas expresiones de hacerle justicia.

Aunque estaba previsto para las 13:30, por disposición de la Justicia, el inicio del juicio oral contra los imputados, Oliveri y Yaccarini, por “distribución indebida de correspondencia, amenazas y lesiones leves calificadas” arrancó a las 10. El cambio de horario fue notificado el viernes y, por ese motivo, el arribo de los testigos se vio afectado, reclamó Rodríguez.

Fernández Aberastain estaba sentada entre el público, notablemente nerviosa y atenta a las secuencias ajenas para ella. Sola, al principio; luego comenzaron a llegar allegadas. Dos mujeres se turnaron para acompañarla. Junto a la fiscalía estaba el abogado querellante, Santiago Olivera Aguirre. En el sector de la defensa, Yaccarini permanecía sentada de piernas cruzadas; por momentos, esbozaba una sonrisa que nunca le llegó a los ojos.

El único instante en el que mostró señales de arrepentimiento, o al menos reflexión, fue cuando Rodríguez explicó el entramado de mensajes que derivaron en que Yaccarini le enviara el video íntimo a Alejandro Rossi, en ese entonces amigo y actual pareja de la víctima. “Mirá lo que hace tu novia”, texteó la mujer de 50 años cuando le envió el clip. Ese sería el único momento en que bajaría la vista al suelo.

En su teoría del caso, Barbeito afirmó que los imputados “urdieron un plan para difundir un video con contenido sexual con el claro objetivo de causar daño a la víctima”.

El debate se realiza ante el juez Ariel Parrillis.

El fiscal mencionó que la difusión del video derivó en una denuncia digital. Luego de eso, se dictó una orden de restricción en favor de la víctima. Sin embargo, esa medida fue incumplida por Yaccarini, lo que motivó nuevas imputaciones.

“El daño fue tremendo. La víctima, campeona y profesora de fitness, no pudo volver a trabajar ni siquiera de forma virtual, sufrió un grave deterioro de su salud mental y permaneció siete meses encerrada en su casa, bajo tratamiento psicológico y psiquiátrico. Por ende, perdió trabajo e incluso hasta tuvo problemas con sus hijos en la escuela, que hay que decir que estos videos les llegaron a los niños y que se los amenazaron también”, graficó Barbeito.

El fiscal de Juicio, Fernando Rodríguez, mantuvo la acusación inicial. Oliveri está acusado de distribución indebida de correspondencia, amenazas y lesiones leves calificadas por el vínculo y por mediar violencia de género, todo ello en concurso real. Por esos delitos, la Fiscalía pidió tres años de cárcel.

En tanto, a Yacarini se le imputa distribución indebida de correspondencia, amenazas, lesiones leves e incumplimiento de una orden judicial, también en concurso real. En su caso, la pena requerida fue de tres años y tres meses de prisión.

“La denunciante fue víctima. Pero Yaccarini también fue víctima de una manipulación sistemática y constante del imputado. Vamos a ver cómo este personaje manipula tanto a Gabriela como a Tatiana con un solo objetivo: dañar a la denunciante. Ambas fueron víctimas de violencia de género, y Yaccarini fue el arma con la que Oliveri infringió el daño”, postuló Juárez.

Tatiana Yacarini estuvo de forma presencial.

Oliveri no se presentó, al menos físicamente, en la sala, sino que presenció el primer día del juicio a través de una videollamada que fue proyectada en todo momento. Argumentó “dolencias” y el juez Gustavo Parrillis lo autorizó a seguir el proceso por vía virtual.

La defensa, a cargo de José Luis Guiñazú, justificó a Oliveri: “Su estado de salud no le permite estar presente”. Y, como para no quedar atrás en la seguidilla de frases poéticas —aún sin lograr el efecto preciso—, apuntó al juez y le dejó en claro que “la Justicia no puede ser hija del escándalo ni esclava del clamor social”.

Una pista de por dónde apuntará la defensa el resto del juicio: clara referencia a la mediatización que tomó el caso y a las entrevistas que Gabriela dio a medios locales y nacionales. Además, alegó que se le adjudicaron figuras penales, tales como “pornoextorsión”, que no existen en el fuero judicial.

Tampoco negó la filtración y difusión de contenido, pero sí cuestionó la autoría de su defendido y que haya realizado amenazas. Y repitió: “El señor Oliveri es una víctima, señor presidente, de todo esto. Tal es así que su estado de salud no le ha permitido hacerse presente en este estado judicial”.

“Yo no podía ver si no era a través de sus ojos, para mí él era todo”

Tras la apertura, la primera en declarar fue Fernández Aberastain. Contó que estuvo en pareja tres años con Oliveri.

“Cuando estuve con él, viví un infierno de todo tipo. Me golpeaba hasta dejarme inconsciente y, cuando estaba en el piso, abusaba de mí. Al despertarme, me dolía todo el cuerpo, y si decía algo, como era mi pareja, no constituía un abuso”, recordó mientras se le quebraba la voz. Y agregó que lo denunció muchas veces; luego precisaría que fueron 17.

Pero sintió que tenía que quedarse, porque era mujer, madre de dos hijos de un vínculo anterior, y que, quizás, las reacciones e infidelidades de él —que ella descubría por mensajes que otras mujeres le enviaban a su Instagram— eran su culpa.

Gabriela Fernández Aberastain.

“Yo cobraba menos, pero todo lo que me ingresaba económicamente se lo daba a él. Sentía que se lo debía porque me daba un techo, porque yo era una mujer sola con dos hijos. Me sentía en deuda con él y vivía para él. Me manipuló, me usó y me hacía ver como una loca y una poca cosa. Incluso cuando había golpes, siempre era mi culpa. Si me escapaba, me iba a buscar y me pedía disculpas. Fue muy duro salir de ese vínculo, y al día de hoy siento vergüenza y culpa de haber expuesto a mis hijos a un hombre como él”, relató.

Dejó de vivir con Oliveri a finales de 2018 gracias a la ayuda de sus familiares y a la asistencia terapéutica. Sin embargo, mantuvieron encuentros esporádicos hasta junio de 2019, cuando cortó el vínculo definitivamente por un episodio puntual. En esas reuniones posteriores, ella había quedado embarazada y, al enterarse, Oliveri la golpeó hasta provocarle un aborto.

A finales de 2019, cuando él vio que ella rehacía su vida, ganaba un campeonato como atleta fitness y empezaba lo que su ex interpretó como una relación amorosa con Rossi —su amigo en ese momento—, empezaron las amenazas. Desde agresiones físicas e intromisiones en su casa, Gabriela detalló que le rompió siete botones antipánico, hasta filtrar los videos y fotos íntimas que le había mandado cuando estaban en pareja, ya que él viajaba mucho.

“Él me advirtió que Tatiana era muy mala y que tenía contactos en la Justicia y poder. Me dijo que me iba a dejar sin trabajo, que no iba a poder tener auto ni un gimnasio (que era para lo que ella estaba ahorrando). Todo lo que dijo que me iba a hacer, lo hizo”, sentenció.

Gabriela nunca pensó que esas amenazas se concretarían hasta que, en 20 de abril de 2020, lo vio por primera vez. Un video íntimo que ella le había compartido solamente a Oliveri. Se lo habían mandado a su hijo de 9 años a través de Instagram. No solo era el clip, sino que también incluía el nombre completo de Gabriela y su información de contacto.

Pero no era el único teléfono al que lo habían enviado: el video circulaba en grupos de WhatsApp de clubes deportivos, padres de escuela y en redes sociales mediante cuentas falsas.

Su hijo iba al colegio San Luis Rey. Las autoridades le escribieron a Fernández Aberastain por WhatsApp: les había llegado el video y le pidieron que lo retirara del establecimiento. Gabriela daba clases en gimnasios, pero por la exposición tuvo que dejar su trabajo. Incluso ir a comer era una pesadilla: los murmullos constantes la seguían.

“Una vez fui a comer a un restaurante en Las Heras y el dueño me preguntó si pagaba con un video o con plata”, relató. Ahora su hijo es adolescente y la mujer cuenta que sus compañeros le preguntan si su mamá era actriz porno.

Actualmente, Gabriela está desempleada; perdió contratos con marcas que auspiciaban su carrera fitness y accede a tratamientos psicológicos cuando su economía se lo permite.

Sobre Yaccarini, argumentó que recibe mensajes violentos de su parte desde 2017, cuando aún estaba en pareja con Oliveri, a pesar de no haberla visto nunca en persona. “No entiendo por qué. Ella también es mujer y mamá. Nunca le hice nada. No sé si es odio, maldad o por creerse impune”, reflexionó en su declaración.

Cierre del primer día

A Gabriela le siguieron testigos como un perito psicológico, una amiga de la víctima y alumnas del gimnasio en el que daba clases. Todos constataron el nivel de perturbación que, hasta la actualidad, le generó a Gabriela ver su intimidad expuesta. Además, se reprodujo un video en Cámara Gesell de su hijo.

El juicio continuará este martes con Olivieri desde la virtualidad, los llantos de Gabriela en busca de justicia y la indescifrable actitud de Yaccarini, que por el momento no declaró.